viernes, 1 de mayo de 2015

El guardian del zafiro (I)



Susurré mil veces a su oído que convenciera a su padre de dejarla ir a encontrarnos con mis tíos a su quinta que estaba cercana al balneario de Helder, casi un paraíso situado a algunos kilómetros del lago al cual le llevaba cuando era niña; su padre se resistía mucho a la idea hasta que un día lo bombardeamos tanto que aceptó, después de todo teníamos ya las maletas listas y mi tío le telefoneo para decirle que ellos estaban esperándonos en la quinta.

A la respuesta positiva salimos de prisa, llegamos a la terminal pero ya no alcanzamos boleto, corríamos el riesgo de volver y que el permiso casi obligatorio se cancelara, así que decidimos emprender una aventura, y pedir aventones a lo largo del camino.
Nuestro primer transporte fue al lado de una familia que se desviaba solo 50 kilómetros adelante, después un chico nos adelanto unos 120 kilómetros más, no hubo suerte después de eso, pero no podíamos detenernos, así que caminamos un par de horas, hasta que paso un hombre que nos alojo en la parte descubierta de su camioneta, parecía llevar prisa por la marcha que llevaba, de pronto aceleró más. 

Lo último que recordaba era su rostro sonriendo, sus cabellos negros con un toque de caoba volando al suave ritmo del viento que chocaba a velocidad con nosotros anunciando libertad, sus ojos traviesos invitándome a abrazarla y las últimas palabras que me dirigía a un volumen tan alto entre risas: —Acércate, ven acá, es divertido. Su dulce voz...

Intenté levantarme a alcanzarla sosteniéndome para no caer. De repente, un gran golpe acompañado de un ruido ensordecedor; mientras ella gritaba yo salí disparado con una fuerza y velocidad tan impresionantes que no me di cuenta en que segundo perdí el conocimiento... Después, abrí los ojos. 

— ¡Dios mio que gran dolor! ¿Que pasó?
Con mucha dificultad pude moverme, sentía como si cada músculo se desgarrase dentro de mi, pero, eso no importaba tenia que encontrarla, ver que estuviera con vida.
Me arrastre como pude horrorizado, al ver sólo trozos de la camioneta dispersos por todo el lugar, no veía rastros de ella ni del hombre que nos había recogido en la carretera unas millas antes.

La autopista estaba desierta no pude avanzar mucho pero tampoco encontré nada de lo que pudo habernos golpeado. No lo se, pero creo que tarde horas en arrastrarme unos cuantos metros, estaba confundido, deshaciendome de dolor, de llanto y de desesperación. Pronto la noche caería y no se notaba nadie que pudiera haberse dado cuenta ni mucho menos alguien que pudiera auxiliarme, tenía que encontrarla.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Se aceptan solo comentarios constructivos. Los que sean ofensivos podrían ser eliminados.