sábado, 2 de mayo de 2015

El guardian del zafiro (III)

Seguí intentando moverme, arrastrándome poco a poco, esta vez sobre la carretera, lo único que pensaba era en la posibilidad de que me hubiese arrastrado de igual forma por la noche hasta perder el conocimiento y por ello no veía restos de nada, tampoco podía precisar pero era entre el kilometro 1600 y 1635 en donde tenia el ultimo recuerdo del accidente, esta vez estaba sobre el 1619, quizá ya estaba muy alejado del punto donde había ocurrido todo, el concreto estaba furioso con el sol, quemaba intensamente, estaba tardando mucho en avanzar y estaba muy agotado, sentía desvanecerme, cuando vi a lo lejos un auto de esos viejitos, de los que solo suelen verse en las películas de época, claro que este en muy mal estado, sin pintura y oxidandose en su mayoría.

Me alegre mucho de verlo, si era real podría ayudarme quien lo conducía y si era una alucinación más al menos tendría otros recuerdos de aquel terrible momento, como pude me incorpore quedando de rodillas y mientras se acercaba le grite que se detuviera con las pocas fuerzas que me pude sacar.
 Cuando por fin estuvo frente a mi se freno y se asomo por una de las ventanillas una chica como de 25 años, bajó rápidamente del auto, recuerdo su silueta delgada cubierta por una especie de camisón color rata que se ceñía en su cintura, su piel era muy pálida y no llevaba zapatos, sus labios delgados y resecos, tenía cabello dorado sujeto por un listón, sus ojos eran pequeños y negros, parecían un abismo que incluso por un segundo me provocaron un poco de temor, no sabía si ella me ayudaría, pero después caí y lo siguiente que recuerdo es haber abierto los ojos esta vez en el interior del auto, el motor hacía un ruido insoportable como si fuera a estallar y mi cabeza sentía lo mismo, que estallaría en cualquier instante, pude percibir un olor desagradable, como si el mismo motor se estuviera quemando, no tenia idea como podía seguir en marcha bajo esas condiciones, más sin embargo, eso no me preocupó, porque el dolor que sentía en el cuerpo opacaba todo ese ruidoso e incomodo escenario, además la idea de que alguien me estuviera auxiliando me hacia tranquilizarme un poco, al paso de unos segundos, volví a perder el conocimiento...

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