sábado, 29 de octubre de 2016

Laboratorio.

Me di una ducha tibia para relajar cada músculo y mi alma misma, me tomé mi tiempo, después salí a enfrentar lo que la vida me ponía, el transporte me dejó y después tardó en pasar el siguiente, cuando aborde, iba muy lleno, las personas frotaban sus cuerpos unos contra otros sin querer y yo maniobraba para no caer, un asiento se desocupó y un muchacho como de 21 años, que parecía ir al colegio me lo cedió, yo estaba llena de pensamientos, tanto, que no podía poner atención a mi alrededor, llegué pronto, caminé hasta el laboratorio, el sol se reflejaba en cada cristal, era el tipo de día que el sol precisamente no calentaba más de lo debido en un día frío.

Entré algo asustada, mi corazón latía muy rápido, como siempre la vida me volvía a dejar sola en momentos como ese; para llegar a las pequeñas salas tenía que cruzar por un corredor no muy largo, el laboratorio estaba dispuesto y acondicionado en una casa antigua, los detalles eran muy hogareños, el piso marmoleado en color amarillo con combinación en rojo, el techo y las paredes color hueso, había pequeñas macetas con distintas plantas de sombra, al fondo, junto al baño, una puerta de forma de arco con una ventana larga y alta en cada lado, macetas pequeñas en donde comenzaba el cristal y una más colgante del lado izquierdo, tenía también un tragaluz de lámina blanca que alumbraba todo, un par de lamparillas sujetas con cadenas y disfrazadas con pantallas para cuando se hacía de noche acompañadas de otras lamparillas más pequeñas repartidas por este lugar.

Estaba aterrada en la sala de espera, me dijeron que tardarían en pasarme y era un poco angustiante pero a la vez me dio tiempo de pensar muchas cosas mientras observaba gente entrar y salir, había colgados en las paredes algunos cuadros alusivos a los servicios y fuera de una de las puertas un botiquín sobre uno de esos carteles de que hacer en caso de sismo o incendio, junto a otra de las puertas un extinguidor y entre las otras dos que estaban justo enfrente de las anteriores, el escritorio de la recepcionista en donde tenía una pequeña macetita, lapiceros, marcadores de texto, una engrapadora, sellos, libretas y su papelería, abajo un pequeño bote de basura de plástico el color verde y a lo largo de este corredor en donde se distribuía todo, los sofás de imitación piel, en color negro y chocolate.

La recepcionista era una mujer de unos 35 años, de cuerpo algo frondoso, media alta, piel morena, cabello lacio, negro y corto peinado en una pequeñísima cola de caballo, vestía sobre un suéter rojo, una bata verde con el logo del laboratorio, un pantalón de mezclilla azul y zapatillas negras, era muy atenta y amable.

Pronto llegaron otros pacientes, una chica tanto extremadamente alta como delgada de unos 16 años, su cabello era largo y lacio, usaba lentes y braquets, era acompañada de una señora de edad avanzada, platicaban y reían mucho, a mi lado, una señora de unos 42 años, morena de complexión robusta y cabello mediano y negro, se veía igual de nerviosa que yo, pronto se puso a revolver las revistas viejas puestas en una mesita junto a otra macetita que estaba entre nuestros asientos y tomó una que la entretuvo unos minutos, después comenzó a frotar sus manos y a vagar con la mirada. Extrañamente todas las pacientes llevábamos suéter o sudadera negra, jeans azul y algo rojo en nuestro atuendo.

Yo tomaba agua mientras tiritaba un poco del frío que entraba, el doctor aún no llegaba y la recepcionista lo llamaba por celular. Pude ver a través de las láminas blancas pasar la sombra de una parvada de pájaros mientras seguía esperando.

Llegó el doctor saludando, era un hombre de aproximadamente 50 años, delgado, moreno con bigote, de estatura media baja, en su rostro se notaba su experiencia, comenzó a nombrar a quienes estábamos ahí mientras llegaba un paciente más, yo era la segunda, temblaba de miedo y de frío, el momento se acercaba. La voz del doctor era tranquilizante, su tono no era ni agudo ni grave, y nos fue llamando ansioso por atendernos.

...

En ese momento no tenía empleo, había sido por meses una mala racha, unas horas después de salir del laboratorio un amigo me dijo que me pagaría por cuidar a su hijo, un pequeño de edad preescolar, pero, dadas las circunstancias presentes, no tenía el aliento para enfrentarme a cuidar bebés una vez más, no porque no estuviera capacitada, sino por lo que significaba cada palabra completa de lo que era cuidarlo, significaba enfrentar algo que lastimaría en cada momento que pasara a su lado, ver su carita, sus sonrisas, su llanto, sus travesuras y enfrentar el peso de un recuerdo doloroso, no por el niño en sí, ni por mi amigo, sino por la experiencia por la que atravesaba.

Esa tarde debía dar una respuesta, estaba en mi habitación, recostada en mi cama después de un día extremadamente difícil, con las luces encendidas temblaba bajo las sábanas, sentía que no podría atender el teléfono, fue bueno que nadie llamara; el clima comenzó tornarse del gris de una lluvia que se avecina, pronto comenzó a llover, por mi ventana entraba un aire frío, congelante, me levanté y la cerré, los gatitos dormían plácidamente mientras su madre los alimentaba, la lluvia retumbaba marchando en el techo, el cielo parecía llorar acoplándose a mi tristeza y mi corazón desfallecía por la ausencia de esa persona cuando más le necesitaba.

Totalmente Chica Verde ^.^

Gracias por acompañarme, por ser constantes, por leerme, ser mis cómplices, mis amigos, sentirme en cada palabra y apoyarme en todo momento. Saludos verdes. Hasta pronto.

FB: Mi tinta es verde brillante.
Twitter: @zayda_dorantes

sábado, 22 de octubre de 2016

¡Hey hola!

¡Hey hola!

Lamento mucho estar ausente por tanto tiempo, las cosas se complicaron un poco aunque no dejo de trabajar para ustedes, mi vida ha sido afectada en varios aspectos y no he podido hacer lo que tanto deseo y me gusta que es estar en contacto con ustedes.

Espero estar pronto por aquí, por ahora les ofrezco una gran y sincera disculpa, los he extrañado. Ten un buen día en donde quiera que te encuentres, nunca dejes de luchar por tus sueños aunque sientas que no tienes fuerza para un aliento más, saludos y abrazos mundo entero.

Totalmente Chica Verde 

FB Mi tinta es verde brillante.

martes, 4 de octubre de 2016

No saber más.

Cuando ya no estás a salvo ni siquiera en tu propia casa para sentir tranquilidad y tu vida ya no es tu vida porque los demás han ido invadiéndola apropiándose de ella, tu privacidad ha desaparecido y parece toda alegría acabar en un instante, se siente un vacío grande, estar atascado en un lugar del que no puedes salir, se siente no querer abrir los ojos, ni voltear a ningún lado, se siente consumirse en vida, la poca que queda porque el tiempo y las personas te la han arrebatado por confiar en palabras que no se cumplirán, por tomar decisiones equivocadas y amar con todo quien eres a sueños que son imposibles, sueños que se desbaratan frente a tus ojos. Es ahí cuando lo único que quisieras es dormir tranquilo y no volver a despertar, sin que ni un ruido te moleste, sin que nadie te perturbe y no saber más.

Totalmente Chica Verde ^.^

¡Bello, bello día! Gracias por estar, saludos y bendiciones desde un rincón de México.